Hay aire de la contemplación hacia fuera, paz a pesar de las

razones que han de ser las de siempre si uno bien lo piensa,

y una luz, adelantándose al día que no confía en cualquiera.

¿Qué luz es esta? Esta luz que fue lo último en entender se

saca a la transparencia de encima con demasiada facilidad.

En el medio podría haber alguien, un yo mientras llega tarde.

La nada, con todo eso que debería ser esto, respira incompleta,

desempeñando su papel con horas que sólo aparecen una vez.

Si te das cuenta, mira, está la invisibilidad para quienes la vean.

En la repetición de los aromas entendemos los pequeños detalles:

la ausencia hace a su adversario, nada será más concreto que el

desconocimiento ni siquiera la cara mirada hace mucho a medias. 

Las flores se encuentran con lo que son (habría que avisarle a los

muertos porque la ausencia antes de serlo se hizo pasar por ellos).

Es eso de lo que a partir de ahora podría hablarse, son esos actos

afines a lo recíproco, a la sílaba habitada por la próxima afirmación.

Mal que le pese a la suerte inexistente, el trébol encontrado entra al

rastro por la puerta de atrás, cuando el azar la cierra al abrir la boca.

Las imágenes fuera de lugar hacen un esfuerzo por estar presentes,

traídas al resto de las presencias por un léxico autodidacta, son la

seda según el gusano, el río de cuya orilla sale en orden la belleza.

Ceibos, pirúes, álamos del monte, rosales sin hacerle mal a nadie.

Estas plantas dieron a oír sus razones con demasiada frecuencia. 

Dijo en otra parte Paul Claudel, poeta católico: “Escucho. No 

siempre comprendo, pero igual respondo”. Como en la Biblia,

donde no todo el olvido está perdido, cabe a la verdad del viento

responder, porque la fe no sabe cómo, ni menos quedarse a vivir,

a contar los recuerdos que ayudan a nacer según han dicho pues la

vida son las propias palabras y su sentido los años añadidos a uno.

Están donde el lenguaje se ha quedado con el silencio en los oídos.

Para hacer las paces con el pasado, escribo una vez más la misma

frase que la vida me enseñó a olvidar, primero una sílaba y esta otra.

Salvo que la memoria disponga lo contrario, salgo ileso de este sitio,

aquí a los muertos no les importa que opinión puedan tener los días,

huyo del clavel del aire con el que otros han hecho un idioma mejor.

Si el mundo es como hoy, entonces dejar al mundo como si fuera.

Empeñado en ser parte del pensamiento, el tiempo prefiere la falta

de explicaciones: las almas, un montón para la tristeza, se animan.

There’s air of contemplation outwards, and peace despite
the reasons that must be the same as always if you think about it,
and a light, drawing closer to the day that doesn’t trust just anyone.
What light is this? This light that was the last to understand
rids itself of transparency with too much ease.
There could have been a person in the middle, an I as darkness falls.
Nothing, with all that this should be, breathes, incomplete,
playing its part with hours that only once appear.
If you can see, look, invisibility is here for those who notice it.
In the aromas’ repetition we come to understand the tiny details:
absence makes possible its adversary; there will be nothing more concrete
than ignorance, not even the face half-seen a long time ago.
The flowers discover what they are (the dead should be informed,
just as absence, before becoming itself, was disguised as them).
From now on it is this that can be spoken of, these acts
related to the reciprocal, the syllable inhabited by the next affirmation.
Much to the annoyance of nonexistent luck, the discovered clover enters
the trail by the back door, and coincidence shuts it as the mouth opens.
The incongruous images make an effort to be present,
taken to the other presences by a self-taught lexicon, they are
the silk according to the worm, the river from whose banks beauty flows in order.
Rose bushes, poplars, coral trees and pepper trees that do no harm to anyone.
These plants have made us hear their reasons far too often.
Elsewhere, the Catholic poet Paul Claudel remarked, “I listen. I don’t
always understand, but I answer anyway.” As in the Bible,
where not all oblivion is lost, it is the lot of the wind
to respond, for faith does not know how, let alone how to stay and live,
to count the memories that help the birth of according to what they have said well then
life they are the real words and their sense the years that have been added to one.
They are where language has remained with silence in the ears.
To make peace with the past, I write once more the same phrase
that life has taught me to forget, first one syllable and then this one.
Unless the memory orders otherwise, I leave this place unharmed,
here it doesn’t matter to the dead what opinion the days might have,
I flee from the carnation of the air with which others have made a better language.
If, then, the world is like today, leave it as if it were.
Determined to be part of the thinking, time prefers a scarcity
of explanations: the souls, a pile for sadness, brighten.