DURMIENTE
Un hombre dormido en el parque
mientras los carros lo cubren con humo,
la ciudad camina por su lado sin verlo,
los perros husmean su olor anodino
y prosiguen con desgano,
el sol y el frío pasan de largo,
nada dicen sus brazos abarcando la tierra que lo acuna,
nada sus pies, inútil extremo del sueño.
Un hombre dormido en el césped
es un insulto al trabajo, a la prisa,
a la reputación de los bancos,
una burla a las obligaciones,
a la estadística, a los ascensores,
a los estantes de las notarías.
Dónde habrá ido tan lejos,
abandonó su cuerpo aquí
y no ha vuelto a recogerlo.
Fiel estandarte del ocio.
Un hombre dormido en el parque,
tan ajeno, tan piedra, tan bello.