QUELTEHUES
Las voluntariosas insistencias del autor
no consiguieron salvar este poema. Era vago,
de sombras cortas, un prosaico ejercicio musical.
En suma, «Queltehues» simplemente no volaba.
Sus cortinas de humo, sus falsos misterios,
no eran más que un conjunto de palabras:
desafiaban la paciencia del lector.
Los versos ofrecían adjetivaciones previsibles
– “parques escarchados”, “ruidos ancestrales” –
y unos “guardias palatinos” fuera de lugar.
La expresión “pájaros de Neandertal”
– su primera imagen – se reveló vacía.
El poema intentaba producir, a pulso,
una sensación indeterminada pero real
– un invierno apenas recordado
en las primeras mañanas de la infancia.
Sólo en la última estrofa parecía aletear:
De noche infiltran nuestros sueños maritales
y otras vidas parecieran anunciarse. Son ellos;
puedo reconocerlos en la tibia oscuridad.
¿Otras vidas? Las que se fueron,
las que perdimos, las que irán naciendo
para crecer aquí, entre nosotros.